domingo, 19 de mayo de 2013

EL JUEGO DEL HASTÍO

Salí a comprar frituras para ver el partido de futbol.

 La inconstante lluvia me mantuvo dudoso por más de 20 minutos hasta que por fin me decidí:  cogí mis zapatos, amarré sus cordones, busqué mis llaves,  bajé los escalones, abrí la puerta y descubrí una tarde gris con gotas escuálidas mojando el pavimento.

Pensé que era una tarde muy amena, con el cielo plateado, lleno de texturas. Las gotas refrescaban, no había por qué temerles. Me pregunté por qué desperdicié la tarde tumbado en la cama, mirando videos en internet, leyendo tonterías en las redes sociales.

Como no quería terminar con el estupor provocado por el clima, avancé hasta la avenida sin pensar en el juego. ¡QUE SE JODA EL FUTBOL! repetí para mis adentros.

- Esto es más importante. Una caminata bajo un paisaje tan conmovedor  no la tengo todos los días  y eso sí que me molesta.

Después recordé el poema de Bukowski que escuchaba de viva voz antes de salir: Born into this

En hospitales que son tan caros que es más barato morir
Entre abogados que cobran tanto que es más barato declararse culpable
En un país donde las cárceles están repletas y los manicomios cerrados 
En un lugar donde las masas encumbran a los imbéciles a héroes con dinero...
Así sí quiero ser escritor  



Vehículos, tráfico, maniobras violentas,   personas que insultan, pelean contra el prójimo con tal de no quedarse afuera del vagón del metro. Ganar unos minutos es primordial. Llegar a casa y mirar el televisor es la meta. Esas personas que aprietan el paso para pelear con la esposa,  para castigar y golpear a sus hijos, para descansar de la pesadilla del trabajo y levantarse temprano otra vez,  porque soñar no paga la televisión por cable, ni las coca-colas frías. 

Las ráfagas de viento enfrían mis miedos. De alguna manera, me orillan a pensar que un día ya no me preocuparé por todo,  poco a poco aprenderé a ser indiferente y menos irónico. A soportar el hastío.

Los hogares se iluminan por las pantallas de plasma encendidas,  tan accesibles en los tiempos de los abonos chiquitos.  Los domicilios están plagados, corrompidos, infectados  por los pagos diferidos hacia la felicidad: el 10 de mayo, el día del padre, del trabajo, del niño, hasta los museos ya tienen su fecha festiva. 

Camino por la banqueta y miro al interior de las casas. Veo la estufa y una olla que silba. Unos metros después, el negocio de quesadillas . Los comensales me miran. De repente, la idea del amor me asalta  violentamente, sin explicación. Llego a la miscelánea.

Tras comprar lo necesario para el encuentro,  comienzo a recordar las palabras de mi profesor acerca del amor. El dijo que  nunca nos hemos enamorado ya que aprendemos a hacerlo por medio de la cultura popular; las películas, las canciones románticas,  las series de televisión, pero nunca por la literatura.  De inmediato pensé en cómo mi generación sufre y disfruta de películas como 500 días con ella, Diario de una pasión. Le concedo al docente  que nos implicamos, involucramos con esa basura  porque en el fondo, nuestros amores son mediocres. Si no exaltamos los amoríos,  nadie lo hará por nosotros. La cruda realidad es que son amores vulgares. Rara vez he visto amores verdaderos, salvo en algunas ocasiones, y son capaces de perdonarse todo. Como los buenos amigos tras una larga discusión, sonríen y continúan como si nada hubiese pasado.  Basta un parpadeo para que suceda.

Resumen de lo que mi maestro quiso decir


A lo mejor me tocó un nervio,  sin embargo, mi problema es que por culpa de la literatura he cometido muchos errores,  y la música  sólo me acompaña como rémoras de la calamidad de enamorarse. He repetido como un bobo algunas líneas y comportamientos que al final no me sirven de nada, excepto para embellecer mis caídas. He añorado con intensidades delirantes,  reconocido las angustias de la espera,  he negado el sufrimiento.  Mientras,  el académico se atrevió a injuriarme, a reprocharme que no tengo idea de lo que he sentido. Me indigné  y tal vez exagero, pero fue como si un cojo extendiera su pie bueno  para que un ciego se tropiece.



Matando el tiempo



Desde pequeño mi capacidad de asociación ha sido lenta pero firme. Todavía conservo a mis amigos de la adolesencia. Los falsos profetas se marcharon, me abandonaron o yo les di la espalda. El resto mantiene graciosa comunicación conmigo.  Lo menciono porque agradezco a Dios por permitirme conservarlos y  hacer nuevos amigos con lo que no tengo necesidad de realizar actos heroicos para agradarlos, ni caravanas para que me acepten. El futbol ahora me entretiene, pero no me apasiona, no defiendo una camiseta como otros. Tal vez no tengo sentido de identidad en lo más mínimo, excepto con mi primer amor que ahora se  ha marchado. 


Pero así se asocia el ser humano; nos une la gracejada, el meme, el error y nepotismo del político, los concursos deportivos aunque rara vez los practiquemos.  Si reconocemos el entorno por medio de los sentidos, nuestra capacidad de percibir, en lugar de impulsar nuestros talentos  -bajo el supuesto de contar con alguno-, son una especie de muletas para sobrellevar la carga de la existencia, porque es más fácil negarlo todo que renunciar al pasado y evolucionar, o por lo menos,  de seguir circulando. El sarcasmo y el cinismo son las pestes de nuestro tiempo, porque ya no denuncian realidades estúpidas, vacías:  las vuelven soportables. 


Será mejor que me detenga, está  por terminar la segunda mitad  y tal vez pueda ver el tiempo de compensación.

1 comentario:

  1. Me hago la anónima para hacerlo más interesante.

    No sé qué tiene la lluvia que nos pone tan nostálgicos y memoriosos. Una vez caminé bajo ella, no sabía cual era mi lluvia y cual era la del cielo.
    Me gustó mucho eso de "Las ráfagas de viento enfrían mis miedos."
    Alguien escribe mejor y es más abierto. O eso veo, desde un punto lejano.
    Yo también he pensado mucho sobre lo que nos dijo. Le cedo lo mismo, pero también pienso que el amor no es tan complejo como siempre buscamos describirlo. Así como nos gusta exaltarlo, nos gusta individualizarlo de tal manera que sólo unos cuantos crean sentirlo.

    Hasta ahora, la favorita.

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