martes, 21 de mayo de 2013

HAZLO POR LA SEÑORA GORDA



Comenzaba mis tempranas lecturas sobre casi cualquier cosa que se me cruzara,  cuando uno de los protagonistas de las Gilmore Girls, Jess Mariano mencionó Franny y Zooey

Exaltado por la curiosidad, me  dirigí a la conocida librería con el nombre de destacado activista indio y por 120 pesos de fianza,  liberé de aquella prisión,  monstruoso espécimen  de la industria cultural, a uno de mis grandes amores.

Aquel librito más bien escuálido,  cambió mi vida. Recuerdo que estaba en casa de mi abuela, esperando a mi padre para una visita con el doctor, cuando inicié la lectura.  

Puedo recorrer con la memoria la estación del tren donde Lane espera a Franny; imagino el triste sandwich que Franny no se come. Su hastío galopante al colapso nervioso.
Estoy harta de que todo quiera llegar a alguna parte, hacer algo notable, ser interesante. Es repugnante..., lo es, lo es. Me da igual lo que digan los demás. 
La segunda parte,  Zooey, va más allá; se revela el conflicto, el narrador, y casi el final de la historia. Pero eso no importa, Salinger no es un fatalista ni un aristotélico. Esta historia de amor revela un profundo conflicto espíritu-familiar, el sufrimiento y diversas aristas de la familia Glass, que es cualquier cosa menos sencilla (adjetivo que Salinger a través de sus personajes, odiaba).


Salinger no era un escritor voluminoso, más bien inconstante o dicho de una forma que me tranquiliza: no le interesaba publicar. Con apenas 4 libros y una docena de cuentos, el universo salingeriano obsesiona a cada lector que lo conoce. Mis amigos y yo usamos referencias de sus libros entre bromas,  un poco esnob si tú quieres, pero disfruto porque sé que no soy el único que le apasiona su obra.  Es casi como la música popular para nosotros.

Podría decir que su obra, como cualquier arte, no es para todas las personas. El carácter de J.D. Salinger es un oasis de misantropía, por eso no me extraña que sus personajes sean tan ariscos. El segundo conflicto bélico más importante del siglo XX definió a uno de sus personajes principales, Seymour Glass,  pilar espiritual de la familia Glass que, tras regresar de la guerra y casarse más a fuerza que de ganas con una nula pero despampanante mujer, se suicida en el cuento Un día perfecto para el pez banana.  La gran denuncia de Salinger contra el mundo y las consecuencias de esta lucha humana sin sentido.

El libro por el que quizá sea conocido en el mundo literario, es The Catcher In The Rye, polémicamente traducido como El Guardián Entre El Centeno. Digo polémico porque para los salingerianos hay un debate profundo sobre las ediciones españolas y argentinas respecto a la literalidad y la interpretación del título.  Cuenta la historia de Holden Caulfield, joven neoyorkino que pasa las fechas navideñas vagando por la ciudad, después de ser expulsado del bachillerato. Cualquier persona curiosa,   más bien seria, sin ganas de agradar a nadie y con el suficiente sentido del humor para reírse de sus propias desgracias, encontrara en Holden un reflejo de sí mismo.

Salinger murió en enero de 2010 y cobardemente pero sin vergüenza, pienso en que leí sus libros mientras el vivía.  No obstante, la sinceridad de su obra, sin sentimentalismos fáciles, ni gracejadas repetidas, despierta entusiasmo entre lectores cansados de los lugares comunes,  enemigos del academicismo imperante entre las cúpulas literaria,  apasionados de la escritura honesta, sin lluvia radioactiva como diría Henry Miller.


 ...te contaré un terrible secreto... ¿me escuchas?  No hay nadie allí que no se la Señora Gorda. Y eso incluye a tu profesor Tupper, rica. Y a sus docenas de condenados primos. No hay nadie en ninguna parte que no sea la señora gorda de Seymour. ¿No lo sabías? ¿No sabías aún ese maldito secreto? Y ¿ a que no sabes, escúchame bien, a que no sabes quién es en realidad  la Señora Gorda? ¡Ah, rica! Es Cristo mismo. Cristo mismo, rica.

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