sábado, 29 de junio de 2013

ORGULLO Y BICICLETAS


Con una resaca medio muerta, me dirigí al Centro Histórico de la Ciudad de México en lo que sería la continuación de la búsqueda por mi próxima bicicleta.  Antes de que digas: ah, pinche chango farol, presuntuoso y además, entregado a los placeres actuales de la consciencia bien pensante, te diré que buena falta me hace ejercitarme y bajarle a mi tasa de pasividad por lo menos un 40%.

Para esta ocasión usé  una  playera blanca que ya está  muy guanga por tanta lavada, mi inseparable bermuda sabatina que cierto amigo espeta que me queda chica y unos tenis cómodos, porque pensaba caminar un chingo, a pesar de que no me sentía del todo bien.

Primero fui a comerme dos hamburguesas "a la plancha",  frente a la plaza Tepeyac, no quisiera hacerles publicidad, pero qué chingonas saben. Como el nuevo cine estaba hasta la madre y no alcancé boleto, caminé hasta Avenida misterios. En la esquina con avenida 101 compré un clamato "vuelve a la vida" para hidratar el cogote. Como me dio vergûenza beberlo en la parada de autobuses, le di una vuelta a la manzana. A la parada llegaron un dizque punk y un tamborilero. El primero iba tapizado con estoperoles y unos lentes como los de Luis Miguel en el video de la Incondicional, cabello Charlie Monttana, de unos 65 kilos,  pensé que con un buen derechazo tal vez podría tirarlo. El otro si hubiese esperado su turno, seguramente me habría puesto en la madre, se veía un mátalas callando, pero más sensato. Trataron de intimidarme con indirectas, al principio no puse mucha atención, por lo que entendí querían dinero o sentirse felones, pero como tenía enfrente a una chica bien guapa que estaba con sus papás, apenas noté la circunstancia. Si algo he aprendido de mis nerviosas andanzas en la calle es que A) si interactúan contigo más allá de las palabras, apenas te rocen con el pétalo de una rosa,  les contestas con un vergazo y B) te conviertes en el convidado de piedra. Creo que funcionó porque expresó: déjalo, está sumergido en sus pensamientos, lo cual, para ser franco, era cierto.

Abordé el autobús mientras meditaba que ese no era un punk, ni anarquista ni nada, sólo un idiota sin oportunidades que tampoco hace gran cosa para cambiar su vida y vive de la lástima o del poco miedo que infunde a los pasajeros. Tuve el impulso de preguntarle si sabía quién era  Arturo Vega, pero mejor me aguanté. Siempre que alguien me cae mal, quiero averiguar si no lo soporto  por listo o porque finge serlo.

El caso es que las nubes empezaron a anunciar que todo valdría verga en un par de horas, como si me hubieran dicho: a lo que vas, cabrón.

El chofer no dobló en el eje  y siguió hasta la glorieta. Los pasajeros se pusieron contentos de evitar el tráfico. El eje central estaba cerrado y pasamos con la luz del semáforo en rojo. Me apeé yfui observando todos los congales que están antes de llegar a la estación del metro Bellas Artes. Un conglomerado se obsevaba a lo lejos. ¿Y ahora qué chingada manifestación hay? Pronto descubrí que se trataba de la marcha del orgullo gay y no es mamada cuando digo que me recordó a las protestas del 132, por lo menos en convocatoria. No había huecos entre los marchantes, era como un hormiguero por donde circulaban todos sin conceder espacios. Con los audífonos puestos, la verdad no quise escuchar comentarios, con la vista me bastaba.  Entre más me acercaba al palacio de Bellas Artes, caminar en línea recta se volvía complicado, sobre todo por los mirones que se detenían a fotografiar a los representantes de la comunidad homosexual que desfilaban por madero y el eje. Para mi sorpresa, hasta iban en coches extrañamente llamados "alegóricos". Ya no me aguanté y me quité los audífonos.  

Lo primero que pensé fue: cómo deseo que mi madre y su esposo estén en el centro presenciando esto, con su moral sacando chispas, juzgando a diestra  y siniestra. Con la palabra depravación en la punta de sus lenguas anquilosadas por el temor de parecer políticamente incorrectos. Con sus narices arrugadas como si olieran una inmensa coladera que cubriera con su olor el Centro de la ciudad.

Desde el Palacio de Correos hasta la Torre Latinoamericana, sobre la acera, los espectadores capturaban fotografías o miraban, sonrientes. Niños en brazos de las madres o en los hombros  del padre. Algunos sujetos con tonos de voz que se distinguían de la media,  veían la escena en éxtasis. Conseguí un espacio en el barandal del Consorcio para el Diálogo del Parlamento que tiene una elevación de tres o cuatro metros. 

El primer coche "alegórico" era de una marca de condones. Primero lo confundí con una unidad del turibus, pero después descubrí que se trataba del tapiz rojo de un anuncio con dos jugadores de futbol americano en posición de enfrentamiento, uno con ropa, el otro desnudo. Los integrantes del autobus bailan sin detenerse, exhibiendo la musculatura o la barriga según fuera el caso.

Siguió el coche de unos vaqueros que mandaban besos, casi todo usaban botas, camisa de mezclilla, lentes de gota y sombrero. Bailaban pero sin tanto alboroto.

No podría decir lo mismo sobre el coche de "Los osos". Entre las diferencias que tenían en relación con el falso turibus y los vaqueros besucones, se encontraba la vestimenta de  aquellos úrsidos, representada por tiras de cuero negro que realmente no cubrían algo y eran más un ornamento. Antes de doblar en el Eje Central, lanzaron cuadros de papel lustre plateados que la verdad me latió cómo se veían en el aire.

En pocas palabras, traían una chulada de  desmadre, les valía verga prácticamente todo; auxiliados por megáfonos, emitían  consignas pro homosexuales. Saludaban y enviaban besos a la menor provocación, al aire, sin que los pidieras. Miré a una chica que daba tumbos mientras dos amigos trataban de ayudarla a recobrar el paso. Inmediatamente después pensé: tachas y perico.


¿Cuántos de esos cabrones y cabronas cogerán esta noche? dejo abierta la pregunta  al INEGI para que la responda en tiempo y forma.

Seguí caminando porque quería topar una bicicleta que se llama águila plateada. Es un modelo que me recuerda a una fotografía de Henry Miller con una bicicleta y para serte honesto sí me vi como ese bato dando el rol por la ciudad.  Todos tienen sus fantasías, esa es la mía.

Pero como me las doy de bien chingón, no apunté la dirección de los locales que según yo, estaban por la calle de artículo 123. Seguí por madero hasta Gante y en la esquina hay una casa de cambio en la que trabaja la mamá de un amigo que hace unos años anunció -le descubrireron unas cartas de amor- que era homosexual. No recuerdo por qué corté comunicación con ese amigo. Me acuerdo que cuando comenzó a revelar sus preferencias, nos invitaba a cotorreos en los que no podíamos conectar a nadie y supongo que así empezó. Pero creo que me molestaba que no aceptara su homosexualidad y se validara en grupo, como en lo colectivo. Me emputaba que Rodrigo no pudiera decir: soy homosexual y como diría María la del barrio: A MUCHA HONRA. Quise saludar a su mamá y normalmente cuando paso por ahí elevo mi mano y la muevo en señal de reconocimiento, pero dada la temática del día y lugar, preferí pasar incógnito, total, voy seguido al centro en circunstancias menos festivas. 

Caminé  hasta el barrio chino, pasé por un restaurante de mariscos que me llevaba mi padre cuando era niño y donde intenté comer con mi ex novia Georgina Heredia -una verdadera dama en el sentido más elevado de la palabra-  hace tres años y como ya no había camarón -ahórrate los albures lector, ya los pensé primero desde hace cuatro horas cuando decidí contar esto- terminamos en otro conocido y sibarita restaurante que traduciré como "Pescadores".  Qué bonita día pasé con Georgina aquella tarde de enero. 

Llegué hasta el metro Juárez con la leve impresión de no tener clara la dirección de la tienda. Primero porque visité las tiendas de San Pablo y porque en internet vi que decía Zócalo. No sé de dónde saqué que en artículo 123 vendían bicicletas, a lo mejor lo soñé y como traigo la pendejada de las bicicletas, me confundí. Entre los locales especializados en refacciones de electrodomésticos, los chistes referentes a la marcha no escaseaban:  ¿por qué no fuiste a la marcha? ahí viene eh, van a dar vuelta aquí, aquí la va a dar, nomás te avientas.

Regresé al centro histórico por la calle de Venustiano Carranza mientras alzaba la mirada para calcular el tiempo que me restaba antes de que el  día nacional del bautizo comenzara.  Sentía cómo los chamorros me exigían que aminorara la marcha y les contesté que si así se iban a poner con la bici, mejor recordaran ese momento como la época dorada. El desmadre en el Eje Central continuaba y las calles aledañas contenían el tráfico regular del centro.  Vi una bicicleta de la marca del elemento metálico líquido en 8 mil pesos. Salí de la tienda deportiva tan rápido como entré. Me senté frente al restaurante argentino entre Gante y V.C. Pasó la extranjera más bonita que había visto en todo el día. Como la tienda ficticia nomás no apareció, me fui a la plancha para cerrar mi recorrido.

Pocos metros antes de llegar a la plancha, el desmadre retomaba el ímpetu: arcoiris en forma de banderas,  travestidos, ángeles corrompidos por el maquillaje extendían sus alas para las fotografías de los curiosos.

Fue entonces cuando mi reflexión animosa se puso seria: esos niños tomando fotos como en el zoológico, mientras sus padres divertidos observaban la gracejada de que sus querubines retrataran altipo disfrazado y orgulloso de su orientación sexual. Me queda claro que parte de la marcha contiene una atmósfera de sátira y exageración en cuanto al tema de "las vestidas", algunos individuos tal vez se lo tomen muy en serio y lo respeto, el caso es que pensé que esas características, elementos que toman para pronunciarse, como los tacones, las pelucas rubias, las medias, el maquillaje, me parecen estereotipos de las mujeres como objeto. La publicidad, sin ir muy lejos,  usa esos elementos constantemente para vender relojes o autos, cuando unas piernas con medias y tacones nada tienen que ver con un vehículo. Tal vez lo medite equivocadamente, pero no creo que tengas que transformarte o adoptar algo que tampoco representa o debería representar a la mujer -y no estoy diciendo que usar tacones ni cabello rubio sea malo, pero son estereotipos que afectan a la identidad de las mujeres- sino que hace falta pensar hasta qué punto queda en la gracejada y en que momento es un acto sin consciencia que lejos de ayudar, perjudica a la emancipación de un sector todavía reprimido por las circunstancias.  Lo que sí considero es que deben construir una  identidad propia y dejar de tomar prestados elementos de la mujer y del hombre en sus roles definitorios, por ejemplo, la sátira del bigote y la musculatura la deconstruyeron  y la emplean para sí mismos y eso me parece algo muy bueno.  Pensarse más allá de la homosexualidad, de las categorías, como seres pensantes y físicos. A lo mejor son disparates, pero quizá pueda ser un acierto lo que he reflexionado, quizá no.

Por ejemplo, pienso en Marcel Proust o Rimbaud, tipos con una inteligencia desbordante, explosiva, brillantes hasta lo insano. Es decir,  mediaron la exteriorización de sus preferencias y se destacaron por ser escritores o poetas, no por ser homosexuales. Disminuir las categorías. Aceptar y respetar. Creo que lo que quiero decir es eso, respetar.

Por otra parte, creo que en México existe un  amplio sector intolerante, irrespetuoso, altamente ignorante y prejucioso cuyas causas  involucra muchos factores, el más importante,  la religión y la idea de ir contra la naturaleza. Es extraño como mi familia es capaz de contradecirse cuando intenta ser lógica y congruente. Dicen que dios creó al hombre y a la mujer, pero se aferran a la ciencia cuando tratan de refutar la relación sexual entre dos hombres. Voy más allá: la ciencia no es muy amiga de la religión que digamos. Consulten los libros del evolucionista Richard Dawkins. Un mito va contra la naturaleza de la ciencia. En fin. Que así se las gastan en ese sentido.

Luego sacan el tema de las adopciones:  que los niños serán homosexuales por imitación de los padres. El aprendizaje y su capacidad de razonamiento y decisión prácticamente no existe. Yo los escuché defender al pendejo de Esteban Arce cuando invitó a una Psicóloga a su programa nomás para no dejarla explicar su tema y decir lo que ya es de dominio público.

La ignorancia de mi familia me avergüenza, me horroriza de manera violenta  cuando se aborda el tema  de la homosexualidad durante las reuniones. Lo peor que puede pasarte en la vida según ellos, además de ser pendejo, es ser puto. La peor de las injurias. La deshonra. Ignominia. Cuando comencé a leer, decían que eso era de putos. Chale, eso decían. Para muestra, un botón:  hace varios años ya, mis primos y  yo veíamos la televisión durante una comida. La esposa del primo en cuestión, puso un video de Ely Guerra con La Ley. Todos dijeron: ay que chichitas tan ricas, pinches labios de mamadora. Tuve la ocurrencia de decir: qué linda espalda tiene. Hasta mis tías se unieron a la violencia argumental y mis tíos  les faltaba lenguaje para expresar la burla: No mames, cabrón ¿cómo que qué linda espalda, que eres puto pa' verle la espalda?  En mi defensa, la esposa dijo que le parecía interesante y lindo que yo notase su espalda,  y no como los machos que nomás ven tetas y nalgas.

 La manera en que se gana una discusión entre mis primos es la idea de la penetración sexual del contricante. Con el albur. Muchos primos se dicen entre ellos, a veces a mí: dame unas mamadas, ¿no?  Comentarios. A veces me río y me uno al juego, pero ellos se lo toman muy en serio. Me pregunto ¿a qué le temen? Yo alguna vez durante mi adolescencia  cuestioné mi orientación sexual y  entendí que lo mío eran las mujeres, por razones que merecen libros aparte, pero el caso es que no tuve ningún problema en cuestionarlo. A lo mejor es el gran miedo de mi familia y de la sociedad  mexicana.  Y me molesta, me irrita que acepten alcoholismos, drogadicciones, violencia física, divorcios, adulterios de manera casi natural.  Yo creo que si dios existe,  le da lo mismo qué se meten las personas por el culo o no, francamente, porque de ser así, los supositorios estarían prohibidos por la iglesia y yo no los veo dando el grito en el cielo por ellos.