jueves, 7 de noviembre de 2013

ARTURO YA NO ESCUCHA MÚSICA


Hace dos semanas  vendí mi teléfono móvil,  breve biblioteca musical. Con él se fueron munditos que edificaba cada día durante el camino a la universidad y después a la redacción.

Podría decir algunas cosas interesantes, como la gran noticia -profesión, no me persigas-, de que  Mercy y yo estamos juntos de nuevo, pero creo que hay cosas íntimas sensibles todavía, así que iré por otro sendero.

Mañana cumplo 26 años. Tuve un momento de confusión y ya estaba cantando  que cumplía mi cuarto de siglo. Lo siento,debí festejarlo hace 364 días. Llevo la chamarra que Mercy me ha regalado por mi cumpleaños. Es tan confortable que la usaría a plena luz de día.

Los autos no avanzan. Me pregunto si habrá evento o marcha. Mi editora dijo que una marcha cerró Reforma. Tendré que llegar hasta el auditorio para descubrirlo.

Mientras camino por la avenida,  luces blancas que emiten los postes se reflejan en la cabeza calva de un oficinista que va adelante. Intento ver su cara, pero no voltea. 

De repente, entre la luz artificial y los edificios corporativos, con la noche decorando mis pensamientos, escucho las voces de los transeúntes. Con cada paso, recuerdo el torbellino de frases que al azar  he recibido desde que  entregué a Eder mi celular. Llevo  aislado mucho tiempo.

Quiero conocer el mundo, pero mis bolsillos están vacíos. Quizá por eso empecé a leer: comprendí cuánto costaría mi sueño de recorrer la tierra ante mi condición de clase baja y elegí la forma más barata para visitar universos fantásticos.


Llevo puesta la gorra de mi abrigo, mantiene calientes mis orejas. Pero  desespero, algo no está bien. ¡Quitate el gorro! me digo. Después de hacerlo, caigo en la cuenta: ¡por fin puedo escuchar! Las conversaciones llegan en su totalidad. Es como si una orquesta con instrumentos de la naturaleza iniciara la función. 


Los autos apenas se mueven. Cruzo el semáforo y a la banqueta se incorporan señoras que aprietan el paso. Otras mujeres descienden de automóviles de primer nivel, audis, camionetas, mercedes. Da la impresión de que no recuerdan cómo caminar rápido, como si en su rutina,  la prisa no fuese un elemento reconocible.


Llego al auditorio. Una señora abre la puerta de su passat y le dice al vigilante: voy al lunario. Miro al policía y escucho la respuesta. La manda directito a la chingada, pero con cortesía. Aún no entiendo por qué los ricos -de cuna- amedrentan tanto a las personas comunes y corrientes, ¿serán sus modales? ¿la ropa? ¿su olor? ¿la comida que han probado? ¿su digestión? ¿el poder que podrían invocar si así lo quisieran?


Ahora recuerdo una frase que escuché la noche anterior: piensa en lo positivo que ha sido no tener dinero.

Piensa en lo positivo que ha sido no tener dinero. Lo repito con voluntad religiosa. 

La pantalla anuncia que Alejandro Fernández se presentará el 7 de noviembre. Ahora todo tiene sentido. Ese imbécil es la causa de semejante alboroto.  Ahora entiendo la marcha forzada de las señoras ricas. 

Mujeres de todas las edades. Una hermosura de cabello negro se apea del auto y espera a un tipo nulo. Lo toma de la mano y emprenden hacia las entradas del auditorio. 

Casi puedo escuchar  los gritos de las mujeres cuando aparezca en el escenario el potrillo. Los que sus ojos capten servirá para rozar con la imaginación millares de clítoris. ¡Cuánta energía! ¡Cuánto poder tiene el zopenco cara de caballo!

Tras alejarme del auditorio, aún sobre reforma, el tráfico fluye. Abordo el primer autobus que pasa rumbo a Chapultepec. 

Suena la radio y unos locutores hablan sobre un festival de las luces. El locutor principal anticipa que mañana Susana nos contará cuáles fueron los presidentes mexicanos que vivieron en el Castillo de Chapultepec.


Interrumpimos este programa para un anuncio de nuestro comediante involuntario cosanguíneo:
¿Quieres ir a ver a Jaime Camil? Sabes que lo voy a hacer. Tú sabes que no me gusta el cine mexicano. Te dije: vamos a rentar Anna Karenina y qué me dijiste: ay no. 



Espero el siguiente autobus sobre el circuito interior. Suena Bon Jovi: como yo, como yo, nadie te ha amado. Durante el camino a la oficina, me reí como un maniaco mientras escuchaba el remix de baladas. De Woman a Zombie. What's going on?La mezcla más absurda. I'll be you dream, I'll be your wish, I'll be your fantasy...

Mientras avanza el autobus, estudio  a los pasajeros. Retazos de información van y vienen.

"Es que hay 'manifestación', esperemos que acabe pronto".

Qué espanto el empleo del verbo manifestar. Mientras yo la cuido, la uso para referirme a  las expresiones más profundas del pensamiento, está señora la usa como sinónimo de una vulgar y estúpida marcha.

Más publicidad, más caos, velocidad, más puentes. Me pregunto si aceptaría mi destino ante un accidente o gritaría a la espera de un milagro.

Ahora pienso en Mercy. Mi ancla en el mundo. 

¿Cómo es tan insegura y al mismo tiempo llenarme con tanta felicidad cada vez que estoy con ella? Si tuviera la certeza de que hago feliz a alguien quizá me sentiría mejor. No digo que no. pero nos falta recuperar el tiempo perdido.


Yo no puedo ser así, no puedo ser ese novio psicópata que te llama cada 5 minutos.

De nuevo en la tierra. Sube un tipo tullido por la parte trasera. Apenas puede sostenerse. El chofer solicita su pasaje. Camina como puede hasta el frente y dice que va a Tacubaya. Estamos en la estación Valle Gomez. Frena el camión. El sobresalto. Silencio. Respira. Desciende el tipo, más desorientado que nunca.

Ahora recuerdo que le escribí mi último mensaje a Mercy con tono molesto. La verdad sólo quise dejarla en suspenso y que me llamara a casa o que se apurara. No fue mi intención dejar las cosas como final de telenovela, pero mañana es mi cumpleaños y sé que no se molestará conmigo, yo no lo haría.

No tengo 500 o 600 pesos para invitarte a un buen restaurante a comer sushi cada semana. Yo no soy así. ¿Qué? ¿el volcán no tiene grasa? ¿el sushi no tiene grasa? ¿Eso qué? ¿Cuándo fuimos otra vez? Si las pides sin grasa, te las hacen sin grasa. 



domingo, 29 de septiembre de 2013

LUGARES COMUNES (PRIMERA PARTE)





Un individuo dijo algo. Fue tal el impacto que tuvieron sus palabras, que otras personas lo reprodujeron seducidos por el atractivo de lo escuchado. Así me imagino el origen de los lugares comunes.

El problema, según creemos en las oficinas de Thunder Inc, es que lo repitieron hasta la náusea sin pleno uso de sus facultades cognitivas.

¿A qué me refiero? Un lugar común es una imagen, una oración, un vicio de la expresión sin otro sustento que la repetición  infinita por los hablantes.

Permítanme ser pragmático.


  • Hola, ¿qué hace?
  • Los mexicanos siempre fallan los penales
  • Ese grupo se vendió
  • No generalices

'Eres el amor de mi vida' -éste lo cito con base en una (mala) experiencia. El lenguaje es lo bastante amplio para poder expresarlo de diferentes formas, pero es 'harina de otro costal'.  

No quiero entrar en el tema de las falacias ni sofismas por el momento, porque para 'hacerles el cuento corto',  la lógica y yo no nos llevamos muy bien 'que digamos'. En próximas entradas revisaremos el daño de los lugares comunes al mundo y los superlativos que han florecido de ellos.

Inevitable el camino de los lugares comunes. Muchos los decimos insconscientemente, algunos los evitamos  y otros se entregan a ellos con una normalidad más bien irritante.

Hay lugares más profundos y comunes que otros, desde ciencias o disciplinas, literatura, pocas cosas se salvan de sufrir por la sombra de los lugares comunes.

Descreo de las redes sociales como medios informativos porque, lejos de educar e informar, han generado nuevos.


Échamelos en caldo

El lugar común no se reduce a frases hechas o refranes,  aunque sí son una sección del esquema. También pueden ser suposiciones. He pensado que también se pueden estudiar desde las actitudes. Hagamos una breve lista para introducirnos en el tema y próximamente, dar una buena sumergida para 'desentrañar' el asunto. Si conoces alguno(s), no dudes comentarlo(s).




Asumir que un lector es alguien inteligente.

Los judíos son tacaños.

Es antisocial porque no le gustan los bares, antros etc.

Mención aparte.

Esa canción está choteada.

Odio los lunes.

Ya quiero que sea quincena.

Pura 'pinshi' party.

Échale ganas.

No, bueno.

Quiero viajar a Europa.

Tú muy bien. Tú muy mal.

Un amigo es un peso en la bolsa.

Querer es poder.

Obvio (mención honorífica)

Hola, ¿qué hace? (citarlo una vez no creo que sea suficiente)

Los europeos son cochinos y no se bañan.

En Europa son civilizados.

Maestro de maestros.

Cortina de humo.

Si no votas, no habrá democracia.

Somos el pueblo elegido.

Los negros tienen una vergota.

El arte es pintar cuadros.

Ser poeta es aquel que escribe poemas.

El futbol es el opio del pueblo.

El comunismo fracasó.

Los anarquistas son vándalos.

Las leyes las hacen por algo.

Eres flojo porque no te gusta trabajar.

El éxito como evidencia de realización personal.

Una imagen dice más que mil palabras.

En base a.

A Vicente Fox no lo dejaron trabajar.

Quedo a sus órdenes.

Tensa calma.

En otro orden de ideas.

The Beatles es la mejor banda del mundo.

Pavement es la mejor banda del mundo*.



*¡Ah, verdad!

jueves, 5 de septiembre de 2013

COMO SUBIMOS, BAJAMOS

Antes de que mi sentido expresivo se atrofie,  dedico estas palabras a todos los que sobreviven con el sueño de liberarse de sus condiciones actuales.



No puedo esperar, si llego a casa antes de hacerlo, quizá  el impulso se desvanezca como tantas añoranzas perdidas. Con frecuencia suelo quejarme de mi situación  cotidiana, sin entender que es el propio esfuerzo por modificarla lo que agudiza mis pesares.

Espero el vagón y desespero. Calculo en qué lugar se abrirán las puertas cuando el tren llegue. Si no alcanzo un asiento para escribir, creo que moriré. Necesito escribir esto. Me urge.  Por fortuna las personas entran sin mirar el lugar de la esquina, me dirijo hacia él como en estado de coma. Busco entre mi mochila la libreta esmeralda, "te tengo, pequeña bastarda". El ritual comienza.


¿Qué quiero decir?


Mientras lucho por mejorar mi vida profesional y económica -por no tragarme mis mentiras-, he abandonado, marginado como un pillo sin preocupaciones la única actividad, manifestación en la que he encontrado refugio: escribir.

Hoy recibí un elogio del jefe. Me dio palmaditas en la espalda por la nota, y por mi estilo, que voy encontrando, dijo.

Horas más tarde, encontré un error sobre las cifras que revestían mi trabajo. Aunque no eran la esencia de la nota, me pondrían en serios aprietos si la publicaban el lunes en el acuerdo impreso que tiene la  revista con un periódico de la ciudad.

 No me injurió como vaticinaba desde mi lugar,  más bien se portó amable. Lo más probable es que la nota ya no vaya al impreso y mi ascenso momentáneo, se convierta en otro fracaso más, cosa que agradezco, porque disfruto más los trayectos que los destinos.

Guiado por las voces. Como subimos, bajamos.

'En otro orden de ideas', es posible que otorgue virtudes y dote de significaciones extraordinarias  a mi sueño de convertirme en escritor.  En primera instancia, lo que hago para 'ganarme la vida' no es escribir. El periodismo es una suerte de redacción rigurosa, pensada con escuadras y compases, un poco de tono por aquí, un poquito de edición por allá, otras preguntas más por acullá y san se acabó.  

Los escritores o los poetas poseen fibras que el resto de las personas desperdician o desperdiciaron en su interminable ruta al éxito. Sé que los poetas y los prosistas no son felices, pero al menos están conscientes.

Cuando escribo bajo el castigo de aquel látigo, mis capacidades motrices fallan, percibo cómo la sangre se pone en movimiento, pero no muevo nada,  excepto los párpados.

Camino a través del transborde del metro. Ansío llegar a casa. Quizá quiero que leas esto, pero estoy desviándome. Lo que quiero decir es que estoy furioso, minado por la ira, por escribir tan poco y trabajar como un poseído por el demonio.


Ahora estoy en otra línea. Miro a una transeúnte que contempla el horizonte a la espera de que aparezca el vagón. Descubro una barriguita como la de Merced. Si ella me permite tocarla, quizá mi noche cambie de color.

Abordo el vagón y esta vez no hay un sólo sitio disponible. Trato de memorizar cada idea, aunque sé que mi 'empresa' fracasará. No me importa, aquí estoy evocando las luces, los sudores, cada maldita gota de recuerdo que pueda exprimirle a mi memoria.

En la siguiente estación, ingresan al tranvía dos jovencitas de apariencia preparatoriana. Las observo y considero que ambas son la mar de guapas. Pero UNA,  hace una mueca tan peculiar que al principio nomás la observo sin pensar en nada. Quizá le asuste la forma en que me detengo en su boca. Después camino hacia sus cachetes y es ahí cuando caigo en la cuenta: Merced otra vez.  El cabello le llega hasta la cintura, hasta donde siempre quise que Merced lo dejara crecer, porque amaba sus filamentos largos, aunque ella los despreciara.

El caso es que, en mi recorrido, veo que su frente difiere en relación con la de Merced; no hay granitos ni espinillas que rompan con la precisión de su piel más bien fantasmagórica.

Como consecuencia, me pregunto por qué estoy pensando tanto en ella. ¿Su recuerdo me dejara en paz algún día? Me angustia la idea. Entre más contemplo a esta jovencita, va creciendo un nudo en mi garaganta, ¿qué está pasando? Un golpe de pánico me acosa. Quiero llorar. No, no, no es para tanto. Respira, eso es, muy bien.

Regreso la mirada a su frente y a su mueca, para bordar su rostro hasta que mi memoria pueda reconstruirla más tarde. Cada detalle es insustituible. Esencial. Y llega la siguiente.

Pienso en Georgina. Su olor viene a mí como las notas de un flautista. Soy una rata embrujada por su aroma. Ese aroma que me costó caro con Merced. ¿Por qué me alejé de Georgina? Esa es la pregunta de esta noche. Era más lista, más hermosa, sin una pizca de crueldad, amable, sincera, incapaz de mentirme. Sé que la hubiera amado, como dijo el vidente.

Cuento los párrafos. Éste es el número diecinueve. Aquí puedo escribir los números como quiera, con  romanos si me viniera la gana -XIX-.  En el trabajo, una nota puede costarme un fin de semana completo. Aquí las palabras parecen fluir como el agua de lluvia hacia una coladera. Litros y litros de párrafos que esperan huir, basta con que ponga mis dedos sobre el teclado para que encuentren su lugar.

Metro consulado: Por fin. Ella se acerca a la puerta. Quizá viva en la colonia. Sí, debió mudarse durante las últimas semanas.  Tal vez mi hermano la conozca si le describo su cabello.

Se va en dirección opuesta. Espero descubrirla por una de las salidas, pero nadie aparece. Las escaleras eléctricas van enterrándome hacia el último transborde.

Emerjo de la prisión subterránea y me tranquilizo. Regreso al mundo. ¡Uf, qué día!, digo para mis adentros.

domingo, 4 de agosto de 2013

LLAMADME GORBACHOV O EL RECUENTO DE LOS DAÑOS

En orden escurridizo, sin jerarquía y ácrono:


1.- No fui a museos.

2.- Compré una bicicleta y le puse nombre.



3.- Trabajé como un desposeído.

4.- Le rogué a una ex novia.

5.- Leí.

6.- Paseé con la Naty.

7.-  Pagué por pendejadas.

8.- Salí con una chica nula y ligeramente despampanante.

9.- Me realizaron una endodoncia de pesadilla.

10.- Inicié mi propia perestroika.

11.- Busqué apartamento -y aún no lo encuentro-.

12.- Tres veces canté Las mañanitas en la oficina.



13.- Abandoné el deporte.

14.- Comí un brownie.

15.- Eder olvidó un bong en mi casa.

16.- Salí a bares.

17.- Me apendejé con una guapa de mi ruta laboral.

18.- El resto de las vacaciones la busqué con la esperanza de enmendar mi error.

19.- No bailé -sólo una vez-.

20.- Gasté 270 pesos en un platillo que preparo en mi casa cada semana.

21.- Lavé mis tenis.

22.- Espié.



23.- No dominé el arte de la superación personal.

24.- Topé Un Mundo Raro en la cineteca.

25.- Recibí un aumento de sueldo.

26.- Adquirí deudas.

27.- Me burlé de un lector de Paulo Coelho.



28.- En secreto, me enamoré de mi editora.

29.- No visité Japón.

30.- Saludé de mano a alguien justo después de que se extirpó un moco.

Pilón: No vi pornografía.



Canción para la ocasión:



sábado, 29 de junio de 2013

ORGULLO Y BICICLETAS


Con una resaca medio muerta, me dirigí al Centro Histórico de la Ciudad de México en lo que sería la continuación de la búsqueda por mi próxima bicicleta.  Antes de que digas: ah, pinche chango farol, presuntuoso y además, entregado a los placeres actuales de la consciencia bien pensante, te diré que buena falta me hace ejercitarme y bajarle a mi tasa de pasividad por lo menos un 40%.

Para esta ocasión usé  una  playera blanca que ya está  muy guanga por tanta lavada, mi inseparable bermuda sabatina que cierto amigo espeta que me queda chica y unos tenis cómodos, porque pensaba caminar un chingo, a pesar de que no me sentía del todo bien.

Primero fui a comerme dos hamburguesas "a la plancha",  frente a la plaza Tepeyac, no quisiera hacerles publicidad, pero qué chingonas saben. Como el nuevo cine estaba hasta la madre y no alcancé boleto, caminé hasta Avenida misterios. En la esquina con avenida 101 compré un clamato "vuelve a la vida" para hidratar el cogote. Como me dio vergûenza beberlo en la parada de autobuses, le di una vuelta a la manzana. A la parada llegaron un dizque punk y un tamborilero. El primero iba tapizado con estoperoles y unos lentes como los de Luis Miguel en el video de la Incondicional, cabello Charlie Monttana, de unos 65 kilos,  pensé que con un buen derechazo tal vez podría tirarlo. El otro si hubiese esperado su turno, seguramente me habría puesto en la madre, se veía un mátalas callando, pero más sensato. Trataron de intimidarme con indirectas, al principio no puse mucha atención, por lo que entendí querían dinero o sentirse felones, pero como tenía enfrente a una chica bien guapa que estaba con sus papás, apenas noté la circunstancia. Si algo he aprendido de mis nerviosas andanzas en la calle es que A) si interactúan contigo más allá de las palabras, apenas te rocen con el pétalo de una rosa,  les contestas con un vergazo y B) te conviertes en el convidado de piedra. Creo que funcionó porque expresó: déjalo, está sumergido en sus pensamientos, lo cual, para ser franco, era cierto.

Abordé el autobús mientras meditaba que ese no era un punk, ni anarquista ni nada, sólo un idiota sin oportunidades que tampoco hace gran cosa para cambiar su vida y vive de la lástima o del poco miedo que infunde a los pasajeros. Tuve el impulso de preguntarle si sabía quién era  Arturo Vega, pero mejor me aguanté. Siempre que alguien me cae mal, quiero averiguar si no lo soporto  por listo o porque finge serlo.

El caso es que las nubes empezaron a anunciar que todo valdría verga en un par de horas, como si me hubieran dicho: a lo que vas, cabrón.

El chofer no dobló en el eje  y siguió hasta la glorieta. Los pasajeros se pusieron contentos de evitar el tráfico. El eje central estaba cerrado y pasamos con la luz del semáforo en rojo. Me apeé yfui observando todos los congales que están antes de llegar a la estación del metro Bellas Artes. Un conglomerado se obsevaba a lo lejos. ¿Y ahora qué chingada manifestación hay? Pronto descubrí que se trataba de la marcha del orgullo gay y no es mamada cuando digo que me recordó a las protestas del 132, por lo menos en convocatoria. No había huecos entre los marchantes, era como un hormiguero por donde circulaban todos sin conceder espacios. Con los audífonos puestos, la verdad no quise escuchar comentarios, con la vista me bastaba.  Entre más me acercaba al palacio de Bellas Artes, caminar en línea recta se volvía complicado, sobre todo por los mirones que se detenían a fotografiar a los representantes de la comunidad homosexual que desfilaban por madero y el eje. Para mi sorpresa, hasta iban en coches extrañamente llamados "alegóricos". Ya no me aguanté y me quité los audífonos.  

Lo primero que pensé fue: cómo deseo que mi madre y su esposo estén en el centro presenciando esto, con su moral sacando chispas, juzgando a diestra  y siniestra. Con la palabra depravación en la punta de sus lenguas anquilosadas por el temor de parecer políticamente incorrectos. Con sus narices arrugadas como si olieran una inmensa coladera que cubriera con su olor el Centro de la ciudad.

Desde el Palacio de Correos hasta la Torre Latinoamericana, sobre la acera, los espectadores capturaban fotografías o miraban, sonrientes. Niños en brazos de las madres o en los hombros  del padre. Algunos sujetos con tonos de voz que se distinguían de la media,  veían la escena en éxtasis. Conseguí un espacio en el barandal del Consorcio para el Diálogo del Parlamento que tiene una elevación de tres o cuatro metros. 

El primer coche "alegórico" era de una marca de condones. Primero lo confundí con una unidad del turibus, pero después descubrí que se trataba del tapiz rojo de un anuncio con dos jugadores de futbol americano en posición de enfrentamiento, uno con ropa, el otro desnudo. Los integrantes del autobus bailan sin detenerse, exhibiendo la musculatura o la barriga según fuera el caso.

Siguió el coche de unos vaqueros que mandaban besos, casi todo usaban botas, camisa de mezclilla, lentes de gota y sombrero. Bailaban pero sin tanto alboroto.

No podría decir lo mismo sobre el coche de "Los osos". Entre las diferencias que tenían en relación con el falso turibus y los vaqueros besucones, se encontraba la vestimenta de  aquellos úrsidos, representada por tiras de cuero negro que realmente no cubrían algo y eran más un ornamento. Antes de doblar en el Eje Central, lanzaron cuadros de papel lustre plateados que la verdad me latió cómo se veían en el aire.

En pocas palabras, traían una chulada de  desmadre, les valía verga prácticamente todo; auxiliados por megáfonos, emitían  consignas pro homosexuales. Saludaban y enviaban besos a la menor provocación, al aire, sin que los pidieras. Miré a una chica que daba tumbos mientras dos amigos trataban de ayudarla a recobrar el paso. Inmediatamente después pensé: tachas y perico.


¿Cuántos de esos cabrones y cabronas cogerán esta noche? dejo abierta la pregunta  al INEGI para que la responda en tiempo y forma.

Seguí caminando porque quería topar una bicicleta que se llama águila plateada. Es un modelo que me recuerda a una fotografía de Henry Miller con una bicicleta y para serte honesto sí me vi como ese bato dando el rol por la ciudad.  Todos tienen sus fantasías, esa es la mía.

Pero como me las doy de bien chingón, no apunté la dirección de los locales que según yo, estaban por la calle de artículo 123. Seguí por madero hasta Gante y en la esquina hay una casa de cambio en la que trabaja la mamá de un amigo que hace unos años anunció -le descubrireron unas cartas de amor- que era homosexual. No recuerdo por qué corté comunicación con ese amigo. Me acuerdo que cuando comenzó a revelar sus preferencias, nos invitaba a cotorreos en los que no podíamos conectar a nadie y supongo que así empezó. Pero creo que me molestaba que no aceptara su homosexualidad y se validara en grupo, como en lo colectivo. Me emputaba que Rodrigo no pudiera decir: soy homosexual y como diría María la del barrio: A MUCHA HONRA. Quise saludar a su mamá y normalmente cuando paso por ahí elevo mi mano y la muevo en señal de reconocimiento, pero dada la temática del día y lugar, preferí pasar incógnito, total, voy seguido al centro en circunstancias menos festivas. 

Caminé  hasta el barrio chino, pasé por un restaurante de mariscos que me llevaba mi padre cuando era niño y donde intenté comer con mi ex novia Georgina Heredia -una verdadera dama en el sentido más elevado de la palabra-  hace tres años y como ya no había camarón -ahórrate los albures lector, ya los pensé primero desde hace cuatro horas cuando decidí contar esto- terminamos en otro conocido y sibarita restaurante que traduciré como "Pescadores".  Qué bonita día pasé con Georgina aquella tarde de enero. 

Llegué hasta el metro Juárez con la leve impresión de no tener clara la dirección de la tienda. Primero porque visité las tiendas de San Pablo y porque en internet vi que decía Zócalo. No sé de dónde saqué que en artículo 123 vendían bicicletas, a lo mejor lo soñé y como traigo la pendejada de las bicicletas, me confundí. Entre los locales especializados en refacciones de electrodomésticos, los chistes referentes a la marcha no escaseaban:  ¿por qué no fuiste a la marcha? ahí viene eh, van a dar vuelta aquí, aquí la va a dar, nomás te avientas.

Regresé al centro histórico por la calle de Venustiano Carranza mientras alzaba la mirada para calcular el tiempo que me restaba antes de que el  día nacional del bautizo comenzara.  Sentía cómo los chamorros me exigían que aminorara la marcha y les contesté que si así se iban a poner con la bici, mejor recordaran ese momento como la época dorada. El desmadre en el Eje Central continuaba y las calles aledañas contenían el tráfico regular del centro.  Vi una bicicleta de la marca del elemento metálico líquido en 8 mil pesos. Salí de la tienda deportiva tan rápido como entré. Me senté frente al restaurante argentino entre Gante y V.C. Pasó la extranjera más bonita que había visto en todo el día. Como la tienda ficticia nomás no apareció, me fui a la plancha para cerrar mi recorrido.

Pocos metros antes de llegar a la plancha, el desmadre retomaba el ímpetu: arcoiris en forma de banderas,  travestidos, ángeles corrompidos por el maquillaje extendían sus alas para las fotografías de los curiosos.

Fue entonces cuando mi reflexión animosa se puso seria: esos niños tomando fotos como en el zoológico, mientras sus padres divertidos observaban la gracejada de que sus querubines retrataran altipo disfrazado y orgulloso de su orientación sexual. Me queda claro que parte de la marcha contiene una atmósfera de sátira y exageración en cuanto al tema de "las vestidas", algunos individuos tal vez se lo tomen muy en serio y lo respeto, el caso es que pensé que esas características, elementos que toman para pronunciarse, como los tacones, las pelucas rubias, las medias, el maquillaje, me parecen estereotipos de las mujeres como objeto. La publicidad, sin ir muy lejos,  usa esos elementos constantemente para vender relojes o autos, cuando unas piernas con medias y tacones nada tienen que ver con un vehículo. Tal vez lo medite equivocadamente, pero no creo que tengas que transformarte o adoptar algo que tampoco representa o debería representar a la mujer -y no estoy diciendo que usar tacones ni cabello rubio sea malo, pero son estereotipos que afectan a la identidad de las mujeres- sino que hace falta pensar hasta qué punto queda en la gracejada y en que momento es un acto sin consciencia que lejos de ayudar, perjudica a la emancipación de un sector todavía reprimido por las circunstancias.  Lo que sí considero es que deben construir una  identidad propia y dejar de tomar prestados elementos de la mujer y del hombre en sus roles definitorios, por ejemplo, la sátira del bigote y la musculatura la deconstruyeron  y la emplean para sí mismos y eso me parece algo muy bueno.  Pensarse más allá de la homosexualidad, de las categorías, como seres pensantes y físicos. A lo mejor son disparates, pero quizá pueda ser un acierto lo que he reflexionado, quizá no.

Por ejemplo, pienso en Marcel Proust o Rimbaud, tipos con una inteligencia desbordante, explosiva, brillantes hasta lo insano. Es decir,  mediaron la exteriorización de sus preferencias y se destacaron por ser escritores o poetas, no por ser homosexuales. Disminuir las categorías. Aceptar y respetar. Creo que lo que quiero decir es eso, respetar.

Por otra parte, creo que en México existe un  amplio sector intolerante, irrespetuoso, altamente ignorante y prejucioso cuyas causas  involucra muchos factores, el más importante,  la religión y la idea de ir contra la naturaleza. Es extraño como mi familia es capaz de contradecirse cuando intenta ser lógica y congruente. Dicen que dios creó al hombre y a la mujer, pero se aferran a la ciencia cuando tratan de refutar la relación sexual entre dos hombres. Voy más allá: la ciencia no es muy amiga de la religión que digamos. Consulten los libros del evolucionista Richard Dawkins. Un mito va contra la naturaleza de la ciencia. En fin. Que así se las gastan en ese sentido.

Luego sacan el tema de las adopciones:  que los niños serán homosexuales por imitación de los padres. El aprendizaje y su capacidad de razonamiento y decisión prácticamente no existe. Yo los escuché defender al pendejo de Esteban Arce cuando invitó a una Psicóloga a su programa nomás para no dejarla explicar su tema y decir lo que ya es de dominio público.

La ignorancia de mi familia me avergüenza, me horroriza de manera violenta  cuando se aborda el tema  de la homosexualidad durante las reuniones. Lo peor que puede pasarte en la vida según ellos, además de ser pendejo, es ser puto. La peor de las injurias. La deshonra. Ignominia. Cuando comencé a leer, decían que eso era de putos. Chale, eso decían. Para muestra, un botón:  hace varios años ya, mis primos y  yo veíamos la televisión durante una comida. La esposa del primo en cuestión, puso un video de Ely Guerra con La Ley. Todos dijeron: ay que chichitas tan ricas, pinches labios de mamadora. Tuve la ocurrencia de decir: qué linda espalda tiene. Hasta mis tías se unieron a la violencia argumental y mis tíos  les faltaba lenguaje para expresar la burla: No mames, cabrón ¿cómo que qué linda espalda, que eres puto pa' verle la espalda?  En mi defensa, la esposa dijo que le parecía interesante y lindo que yo notase su espalda,  y no como los machos que nomás ven tetas y nalgas.

 La manera en que se gana una discusión entre mis primos es la idea de la penetración sexual del contricante. Con el albur. Muchos primos se dicen entre ellos, a veces a mí: dame unas mamadas, ¿no?  Comentarios. A veces me río y me uno al juego, pero ellos se lo toman muy en serio. Me pregunto ¿a qué le temen? Yo alguna vez durante mi adolescencia  cuestioné mi orientación sexual y  entendí que lo mío eran las mujeres, por razones que merecen libros aparte, pero el caso es que no tuve ningún problema en cuestionarlo. A lo mejor es el gran miedo de mi familia y de la sociedad  mexicana.  Y me molesta, me irrita que acepten alcoholismos, drogadicciones, violencia física, divorcios, adulterios de manera casi natural.  Yo creo que si dios existe,  le da lo mismo qué se meten las personas por el culo o no, francamente, porque de ser así, los supositorios estarían prohibidos por la iglesia y yo no los veo dando el grito en el cielo por ellos.

sábado, 25 de mayo de 2013

APOCALIPSIS


Bueno, es un título dramático,  lo reconozco. Acto lúdico con el primero

Empleo el término  en su sentido bíblico menos estricto, pero significativo: de revelación.

Ha sido catártica la experiencia con algunas penurias y otras algarabías menores durante el semestre, las más,  mi nuevo empleo y mi ruptura amorosa; sano decirlo, doloroso recordarlo. Cotidianidad y hasta mis fracasos sentimentales venideros pasaron lista. También mis amores estéticos invariablemente deambularon aquí como fantasmas, gritando, molestando a los lectores.  

Quise escribir sobre la ruptura antes mencionada, no obstante realizaré el ejercicio, la gran avanzada literaria de mi vida (o por lo menos la primera) como un intento íntimo, confesión que rebasa las intenciones del blog. Además ventilar aquí esa desventura en particular, podría resultar inefectivo y con la atmósfera cándida, terminaría en gracejada. 

Pero no significa que ya no publicaré más: algunas entradas verán la luz desde la posteridad,  como horas extras sin pagar  para el personal de confianza de Relámpago Inc. El tiempo,  inclemente dinamo, no estiró la producción ni toleró participaciones externas como la entrada de mi ex novia sobre Arquitectura, aquel ensayo sobre el carácter de la disciplina ¿arte, ciencia o híbrido? quedará en el archivo muerto de la empresa. Si se atreve a escribirlo,  no titubearé para publicarla.

Pero lo dudo


Por otra parte, hubo notables mejorías sintácticas, ortográficas y ¿por qué no? estilísticas. Sentenciosas fueron algunas entradas, enérgicas diatribas contra lo que me irrita. 

Aprendí otras rutas para hacer periodismo, cómo funciona internet y conocimientos varios que han edificado una mejor defensa laboral. No sé si los medios estén listos para lo que se gesta desde el ámbito académico, probablemente es poca la innovación en el campo, pero la pugna persiste y contrario a lo que yo esperaría, creo que esta calistenia  digital afila nuestros colmillos.

Como una especie de despedida mediática, con bombos y caravanas de fiesta de XV años,  estrobos y rayos láser, vaso con grabado conmemorativo y botella de tequila cazadores,   comparto contigo, estimado lector,  un fragmento de  la cruzada y parálisis que me trae como ropa interior de meretriz: 


Mañana, cuando el calor azote nuestras calles, y los ladrones persigan sueños rancios  disfrazados  de manufacturas complejas,  quizá nuestras esperanzas líquidas,  construcciones anquilosadas sobre el futuro burdo, reciban el cobijo de la providencia. Mientras esos tiempos navegan hacia nosotros, sólo la curiosidad y confianza en uno mismo podrán revelar el carácter tramposo y repugnante de la civilización bélica, atómica,  financiera, enferma de muerte por los vicios del éxito, que actúa como una cuarta furia reaccionaria, atormentadora del espíritu.


Arturo Solís Hidalgo.





POS DATA

En la tradicional sección 'Ya merito' escogí lo mejor del machote de lugares comunes para despedir  la entrada con un postre humorístico:
  • "El show debe continuar" 
  • "Cerrando ciclos" 
  • "No es un adiós sino un hasta luego" 
  • "El fin de una era"
  • "Gracias totales"


Y no podrían faltar las canciones pa' la ocasión:


Y no voy a decir adiós, mientras no me olvides no me voy...

SERVICIO A LA COMUNIDAD


Tras meditar profundamente ¿cómo puedo hacer algo por las personas que visitan el blog? decidí  compartir un puñado de lecturas que me han servido mucho en diferentes momentos y niveles, etapas de la vida que le llaman.

Comencemos por los Trópicos.




Si estás harto de la vida que llevas, Henry Miller es un capo de la autoliberación.
Ten cuidado porque tal vez tu vida cambie de manera drástica con su lectura y los placeres que ahora conservas, podrían irse para no volver.


El universo Glass.



A J.D. Salinger  ya le dediqué una entrada completa, ese enfermo crónico del ingenio. Aquí sus obras sobre la familia de la que tanto he parloteado.



La Leyenda de los Duluoz



Jack Kerouac es una especie de hermano mayor para mí. Decir más podría resultar contraindicado.




Más de lo mismo

viernes, 24 de mayo de 2013

MÁS BARATO QUE EL CINE


Desde hace un par de años, mi relación con el cine se parece mucho a un matrimonio  en que la costumbre y la monotonía, otrora pasión y vitalidad, llenaron de indiferencia nuestras esperanzas, aletargadas ya, por la piratería y la saturación del medio.

No obstante, ataño yo creía cuasi religiosamente en el cine; no podía dormir sin mirar una película. Cada martes acudía al videoclub parónimo de los ghostbusters para aprovechar la oferta de dos filmes por uno.

¿Todavía existen?



Con el tiempo y harto por mis amistades, que no perdían oportunidad para ensalzar cualquier película exitosa vieja o nueva,  detesté eso que ridículamente llaman el arte séptimo:   mis rentas cesaron, las membresías caducaron y mis intereses buscaron salida en otras actividades. Aprendí a ver el futbol por ejemplo, y me avergüenzo por ello. A veces. 

Quiero rescatar tres películas que modificaron mi manera de percibir el cine como medio y además diéronme lecciones de historia. Vamos a ello sin tanto rodeo.





24 hour Party People,  título a la película, también corresponde a una canción de los  Lunes Felices.  

Tony Wilson es un periodista desencantado de su profesión. Conduce un programa de televisión en el que realiza banalidades en busca de audiencia. También siente una gran pasión por el rock. Después de presenciar el primer concierto de las Pistolas Sexuales, el señor Wilson se involucra en la escena musical de Manchester y maneja bandas como La División de la Alegría, después Nuevo Orden y por último a los Lunes Felices. Las peripecias que lo rodean, su destreza, acertadas opiniones, su  amplio bagaje cultural,  inclemente carácter y cariño por la música hacen de cinta un gran documental del post-punk, new wave y el nacimiento de la música electrónica en el Reino Unido mientras narra la historia de uno de los  personajes del rock más memorables y las bandas que vio nacer, que impulsó y en cierta medida, condenó.



Sólo diré: Ícaro. Si saben a lo que me refiero, bien, si no, no importa, pero deberían leer más. 




Almost Famous también aborda el periodismo de rock, pero sin trágicos personajes. William Miller,  precoz estudiante de preparatoria trabaja para la revista Creem y Rolling Stone, aunque su  madre, profesora de universidad, piensa que el rock and roll sólo se trata de lanzar las neuronas al aire como confeti, mientras que para William es un modo de vida digno y apasionante. Tras conocer al mítico Lester Bangs, el protagonista acompañará a una banda emergente, Stillwater, en su gira que da nombre a la cinta. Descubrirá que sus héroes no son tan grandiosos como en los discos y que enfrentan los problemas de ser gente interesante en lugar de gente real, y de paso sufrirá con su primer amor encarnado en Penny Lane, líder de las Band Aids y 

Señorita Buenhombre



Alta Fidelidad es una adaptación del libro homónimo de Nick Hornby (que no he leído).

Rob Gordon  es el dueño de una tienda especializada en vinilos. Barry y Dick son sus esbirros que le ayudan en la pequeña empresa. Su novia Laura lo abandona y entonces el conflicto de Rob aparece. Comienza la búsqueda por respuestas, reminiscencias con sus antiguas parejas y sus legendarios top 5. Posiblemente mi favorita, supongo que me identifico con él.


Move it lard-ass. Dumb Motherfucker


PAVEMANÍA



El chillido de una rata atropellada disfrazado de locución.

Relámpago presenta: Pavement

Thunder Inc no se responsabiliza por las conjeturas que puedas hacer.




jueves, 23 de mayo de 2013

EMBELESADO



Salí exactamente a las 8:10 pm de la redacción.  La lluvia caprichosa marcaba el paso de los oficinistas presurosos. Un tráfico mediocre aminoraba el contratiempo del mal clima.

 Afuera  me encontré  al diseñador gráfico que intentaba sin éxito expandir su sombrilla.  Me preguntó a dónde iba y le respondí que a la parada del autobús.

Caminamos debajo del paraguas mientras pensaba en lo ridículos que nos veíamos. 


El autobús con dirección Chapultepec no apareció tan lleno como lo esperábamos. Pagué el pasaje de ambos e iniciamos una amena conversación sobre las compañeras de oficina. Seleccionamos a la más guapa y le dije que la única oportunidad posible de tener algo con alguna  sería en la fiesta de fin de año. 


Mientras recorría el pasillo del camión con la mirada, vislumbré a la mujer más hermosa que había yo visto en todo el día. Sus blondos cabellos ondulados rompieron con mi concentración y bloqueé el paso con mi guanga persona. Su mirada tan coqueta me cohibía, pese a que mantenía el diálogo con mi interlocutor. Los labios color sangre de aquella muchacha me parecían en extremo tan dominantes que cualquier mujer interesada en mí se hubiera puesto celosa al verme a su lado.  Ese remolino capilar  que iniciaba en su frente y caía graciosamente hacia la izquierda me tenían embelesado. Los lentes rosas le daban un aire Condesa o Roma. Su compañera de asiento parecía como muerta a su lado, como una especie de vacío.


El diseñador se despidió en la estación Auditorio y yo me senté una fila adelante. Esperé para mirar de reojo si ella también descendió, pero permanecía en el autobús.  Comienzo a preguntrarme cómo sería si tuviera una oportunidad con una chica así, tan hermosa, capaz de hacerme olvidar por un momento mis desgracias, mis tormentos con una mirada.  Miro a través del cristal empañado y le pido a dios una oportunidad para conversar con ella o lo que sea, un tropiezo, cambio para el próximo autobús,  si me molesta la música.

Por alguna razón no quise colocarme los audífonos, pensaba en ella y me latía el corazón como si estuviera a punto de besarla o poco menos. Ya sé que es una tontería decirlo de esa forma, pero así  parecía. Estaba agitadísimo.

Chapultepec es nuestro pequeña central de abastos en que perderse resulta la opción más sencilla. Los puestos, aquellas bifurcaciones laberínticas del comercio informal borraron cualquier posibilidad remota de verla por última vez y entre esas murallas del fierro oxidado, modifiqué mi ruta habitual hacia el siguiente autobús con destino a casa.

Encontrábame solo, bajo la lluvia menos poética que pueda  describir, salvo insípida y tolerable, cuando me entraron unas ganas horribles por cantar; comencé  sin miedo a ser escuchado, a desafinar o algo parecido. Miré hacia atrás para contemplar el avance de la construcción de las oficinas de portentoso banco español. Para mi sorpresa, aquella muchacha del autobús intenta infructuosamente cruzar la barda entre las rejas llenas de orificios por donde yo tan cotidianamente atravieso. 

Me callé de inmediato.

Se acercó y se formó justo detrás de mí. Yo me tocaba el cabello, registraba mi cara en busca de algún moco, alguna mancha de comida que pude adquirir en el camino sin darme cuenta. Tocaba mi nariz discretamente. Estaba hecho un lío.  Arreglé el cuello de mi camisa y traté estúpidamente de colocar mis audífonos.

Al verme, ella sonrío.  Su cabello se veía aún mejor desde la cercanía. Llegué a pensar que me siguió porque desde que nos vimos,  sintió la misma impresión sobre mí que yo tuve de ella. Burdo.

Sin saber por qué, me toca la mano. Retiro los audífonos de mis oídos y le pregunto ¿Qué pasa? ella se ríe y me ofrece otra disculpa, no sabe por qué lo hizo tampoco y se justifica porque pensó que había un señor detrás de ella. Mi corazón cercano al colapso,  emite una mueca absurda que trato de configurar como una sonrisa mientras mi aparato fónico lo traduce con unos ja ja jas tan tontos que me provocan una risa verdadera.


Entre la distancia de la parada y el autobus ella y yo reímos como niños; continua repitiendo que lo lamenta y yo sigo preguntando qué fue lo que pasó.  Subimos al autobús y ella me ofrece de nuevo una  disculpa y  observo sus dientes pequeños y su piel perlada, tan suave como sólo se imagina uno en sueños.

Toma asiento y nos reímos por última vez. Si no fuera por esa sonrisa nerviosa, que pulveriza mi confianza,   mis oportunidades de emitir tan siquiera un graznido, un aullido se habrían materializado. Ella retira los lentes de su rostro y por fin la contemplo con todo su esplendor, me rompe  hasta la última fibra de movilidad que pudiera esconderse en mi cuerpo. Miro sus zapatillas rosadas, como sidra. En los muslos reposa su bolso y otros pequeños maletines que advierten recipientes de comida. Casi le pregunto si trabaja en la misma zona que yo. Quería preguntarle si también venía del corporativo X o Y o Z hasta que me dijera cualquier cosa, pero sigo como mordido por una cobra.

Me reprocho en tiempo real mi cobardía. 

El tráfico es indecible  y ella consulta su teléfono inteligente. Avanzamos lento y la oportunidad se desdibuja con cada metro que gana el camión.  

Desciende una estación antes del casco de Santo Tomás sobre Circuito Interior y casi hago lo mismo , pero tal vez la mataría de un susto, aunque después me digo que sería como continuar lo que ella empezó.

Todavía veo en mi mente  cómo cruza la avenida  y se pierde entre la sombra del puente vehicular.

El camino a casa es tan doloroso que mi imaginación se mantuvo en blanco hasta el descenso.

Ya en casa, escribo esto, con un plan bajo la manga que ejecutaré cada noche a partir de hoy.



Se dice fácil

miércoles, 22 de mayo de 2013

EL ORIGEN

Fueron varios los infructuosos semestres en que mis maromas con los programas de diseño quedaron registradas en forma de discursos visuales,   panfletos de la gracejada contestataria.  Esa pugna interna por expresar mucho sin decir gran cosa .

Thunder Inc presenta  una suerte de revista sincretista,  tras un arduo, laborioso proceso de edición y que dio origen al blog.

Ofrezco una disculpa anticipada por el desorden de la paginación, ya que está preparada para impresión.  Lúdico juego les proporciono para su disfrute, y aunque no soy lector de famoso escritor argentino, podría interpretarse la ordenación como un guiño hacia él. O si lo prefieres,  a Pedro Páramo, título con el que me siento cómodo y hasta irrespetuoso, burdo.

Ve por los cheetos, la coca de dos litros y no olvides el tradicional  gansito, postre  casi mexicano para que el goce estético sea completo.









Canción para la ocasión

martes, 21 de mayo de 2013

HAZLO POR LA SEÑORA GORDA



Comenzaba mis tempranas lecturas sobre casi cualquier cosa que se me cruzara,  cuando uno de los protagonistas de las Gilmore Girls, Jess Mariano mencionó Franny y Zooey

Exaltado por la curiosidad, me  dirigí a la conocida librería con el nombre de destacado activista indio y por 120 pesos de fianza,  liberé de aquella prisión,  monstruoso espécimen  de la industria cultural, a uno de mis grandes amores.

Aquel librito más bien escuálido,  cambió mi vida. Recuerdo que estaba en casa de mi abuela, esperando a mi padre para una visita con el doctor, cuando inicié la lectura.  

Puedo recorrer con la memoria la estación del tren donde Lane espera a Franny; imagino el triste sandwich que Franny no se come. Su hastío galopante al colapso nervioso.
Estoy harta de que todo quiera llegar a alguna parte, hacer algo notable, ser interesante. Es repugnante..., lo es, lo es. Me da igual lo que digan los demás. 
La segunda parte,  Zooey, va más allá; se revela el conflicto, el narrador, y casi el final de la historia. Pero eso no importa, Salinger no es un fatalista ni un aristotélico. Esta historia de amor revela un profundo conflicto espíritu-familiar, el sufrimiento y diversas aristas de la familia Glass, que es cualquier cosa menos sencilla (adjetivo que Salinger a través de sus personajes, odiaba).


Salinger no era un escritor voluminoso, más bien inconstante o dicho de una forma que me tranquiliza: no le interesaba publicar. Con apenas 4 libros y una docena de cuentos, el universo salingeriano obsesiona a cada lector que lo conoce. Mis amigos y yo usamos referencias de sus libros entre bromas,  un poco esnob si tú quieres, pero disfruto porque sé que no soy el único que le apasiona su obra.  Es casi como la música popular para nosotros.

Podría decir que su obra, como cualquier arte, no es para todas las personas. El carácter de J.D. Salinger es un oasis de misantropía, por eso no me extraña que sus personajes sean tan ariscos. El segundo conflicto bélico más importante del siglo XX definió a uno de sus personajes principales, Seymour Glass,  pilar espiritual de la familia Glass que, tras regresar de la guerra y casarse más a fuerza que de ganas con una nula pero despampanante mujer, se suicida en el cuento Un día perfecto para el pez banana.  La gran denuncia de Salinger contra el mundo y las consecuencias de esta lucha humana sin sentido.

El libro por el que quizá sea conocido en el mundo literario, es The Catcher In The Rye, polémicamente traducido como El Guardián Entre El Centeno. Digo polémico porque para los salingerianos hay un debate profundo sobre las ediciones españolas y argentinas respecto a la literalidad y la interpretación del título.  Cuenta la historia de Holden Caulfield, joven neoyorkino que pasa las fechas navideñas vagando por la ciudad, después de ser expulsado del bachillerato. Cualquier persona curiosa,   más bien seria, sin ganas de agradar a nadie y con el suficiente sentido del humor para reírse de sus propias desgracias, encontrara en Holden un reflejo de sí mismo.

Salinger murió en enero de 2010 y cobardemente pero sin vergüenza, pienso en que leí sus libros mientras el vivía.  No obstante, la sinceridad de su obra, sin sentimentalismos fáciles, ni gracejadas repetidas, despierta entusiasmo entre lectores cansados de los lugares comunes,  enemigos del academicismo imperante entre las cúpulas literaria,  apasionados de la escritura honesta, sin lluvia radioactiva como diría Henry Miller.


 ...te contaré un terrible secreto... ¿me escuchas?  No hay nadie allí que no se la Señora Gorda. Y eso incluye a tu profesor Tupper, rica. Y a sus docenas de condenados primos. No hay nadie en ninguna parte que no sea la señora gorda de Seymour. ¿No lo sabías? ¿No sabías aún ese maldito secreto? Y ¿ a que no sabes, escúchame bien, a que no sabes quién es en realidad  la Señora Gorda? ¡Ah, rica! Es Cristo mismo. Cristo mismo, rica.

domingo, 19 de mayo de 2013

EL JUEGO DEL HASTÍO

Salí a comprar frituras para ver el partido de futbol.

 La inconstante lluvia me mantuvo dudoso por más de 20 minutos hasta que por fin me decidí:  cogí mis zapatos, amarré sus cordones, busqué mis llaves,  bajé los escalones, abrí la puerta y descubrí una tarde gris con gotas escuálidas mojando el pavimento.

Pensé que era una tarde muy amena, con el cielo plateado, lleno de texturas. Las gotas refrescaban, no había por qué temerles. Me pregunté por qué desperdicié la tarde tumbado en la cama, mirando videos en internet, leyendo tonterías en las redes sociales.

Como no quería terminar con el estupor provocado por el clima, avancé hasta la avenida sin pensar en el juego. ¡QUE SE JODA EL FUTBOL! repetí para mis adentros.

- Esto es más importante. Una caminata bajo un paisaje tan conmovedor  no la tengo todos los días  y eso sí que me molesta.

Después recordé el poema de Bukowski que escuchaba de viva voz antes de salir: Born into this

En hospitales que son tan caros que es más barato morir
Entre abogados que cobran tanto que es más barato declararse culpable
En un país donde las cárceles están repletas y los manicomios cerrados 
En un lugar donde las masas encumbran a los imbéciles a héroes con dinero...
Así sí quiero ser escritor  



Vehículos, tráfico, maniobras violentas,   personas que insultan, pelean contra el prójimo con tal de no quedarse afuera del vagón del metro. Ganar unos minutos es primordial. Llegar a casa y mirar el televisor es la meta. Esas personas que aprietan el paso para pelear con la esposa,  para castigar y golpear a sus hijos, para descansar de la pesadilla del trabajo y levantarse temprano otra vez,  porque soñar no paga la televisión por cable, ni las coca-colas frías. 

Las ráfagas de viento enfrían mis miedos. De alguna manera, me orillan a pensar que un día ya no me preocuparé por todo,  poco a poco aprenderé a ser indiferente y menos irónico. A soportar el hastío.

Los hogares se iluminan por las pantallas de plasma encendidas,  tan accesibles en los tiempos de los abonos chiquitos.  Los domicilios están plagados, corrompidos, infectados  por los pagos diferidos hacia la felicidad: el 10 de mayo, el día del padre, del trabajo, del niño, hasta los museos ya tienen su fecha festiva. 

Camino por la banqueta y miro al interior de las casas. Veo la estufa y una olla que silba. Unos metros después, el negocio de quesadillas . Los comensales me miran. De repente, la idea del amor me asalta  violentamente, sin explicación. Llego a la miscelánea.

Tras comprar lo necesario para el encuentro,  comienzo a recordar las palabras de mi profesor acerca del amor. El dijo que  nunca nos hemos enamorado ya que aprendemos a hacerlo por medio de la cultura popular; las películas, las canciones románticas,  las series de televisión, pero nunca por la literatura.  De inmediato pensé en cómo mi generación sufre y disfruta de películas como 500 días con ella, Diario de una pasión. Le concedo al docente  que nos implicamos, involucramos con esa basura  porque en el fondo, nuestros amores son mediocres. Si no exaltamos los amoríos,  nadie lo hará por nosotros. La cruda realidad es que son amores vulgares. Rara vez he visto amores verdaderos, salvo en algunas ocasiones, y son capaces de perdonarse todo. Como los buenos amigos tras una larga discusión, sonríen y continúan como si nada hubiese pasado.  Basta un parpadeo para que suceda.

Resumen de lo que mi maestro quiso decir


A lo mejor me tocó un nervio,  sin embargo, mi problema es que por culpa de la literatura he cometido muchos errores,  y la música  sólo me acompaña como rémoras de la calamidad de enamorarse. He repetido como un bobo algunas líneas y comportamientos que al final no me sirven de nada, excepto para embellecer mis caídas. He añorado con intensidades delirantes,  reconocido las angustias de la espera,  he negado el sufrimiento.  Mientras,  el académico se atrevió a injuriarme, a reprocharme que no tengo idea de lo que he sentido. Me indigné  y tal vez exagero, pero fue como si un cojo extendiera su pie bueno  para que un ciego se tropiece.



Matando el tiempo



Desde pequeño mi capacidad de asociación ha sido lenta pero firme. Todavía conservo a mis amigos de la adolesencia. Los falsos profetas se marcharon, me abandonaron o yo les di la espalda. El resto mantiene graciosa comunicación conmigo.  Lo menciono porque agradezco a Dios por permitirme conservarlos y  hacer nuevos amigos con lo que no tengo necesidad de realizar actos heroicos para agradarlos, ni caravanas para que me acepten. El futbol ahora me entretiene, pero no me apasiona, no defiendo una camiseta como otros. Tal vez no tengo sentido de identidad en lo más mínimo, excepto con mi primer amor que ahora se  ha marchado. 


Pero así se asocia el ser humano; nos une la gracejada, el meme, el error y nepotismo del político, los concursos deportivos aunque rara vez los practiquemos.  Si reconocemos el entorno por medio de los sentidos, nuestra capacidad de percibir, en lugar de impulsar nuestros talentos  -bajo el supuesto de contar con alguno-, son una especie de muletas para sobrellevar la carga de la existencia, porque es más fácil negarlo todo que renunciar al pasado y evolucionar, o por lo menos,  de seguir circulando. El sarcasmo y el cinismo son las pestes de nuestro tiempo, porque ya no denuncian realidades estúpidas, vacías:  las vuelven soportables. 


Será mejor que me detenga, está  por terminar la segunda mitad  y tal vez pueda ver el tiempo de compensación.

viernes, 17 de mayo de 2013

EL HAMBRE ES CANIJA


Ocuparse implica  nerviosismo,  errores, experiencia,  convivencia, aprendizaje y  muchas  conversaciones cotidianas. El arte de saber escuchar, a veces puede ser un tormento si estás en el lugar equivocado.



Dicen que el hambre es canija. Y peor el que se la aguanta.  Y aún más el que se empina.



La historia comienza en la redacción de mi primer trabajo serio, formal como se suele decir, que es donde he pasado las tardes de mis últimos dos meses. El giro en negocios y finanzas proporcionan nuevos conocimientos que, si bien me deprimen y cuestionan la vida que llevo, también dibujan una perspectiva distinta, arista de otro conglomerado social que habita  en la Ciudad de México.

Perfil corporativo


Colaboro con una élite informativa, robusta pero amable en su discurso. Los golpes de pecho que me di durante los primeros días, se han convertido en una suerte de consuelo ante la senda que se revela frente a mí. ¿Cómo sucedió? ¿De cuánto fue la mordida? ¿No que no tronabas pistolita?

 Mi nuevo discurso


Llegué a la redacción por mi mejor amiga. El contacto me lo pasó de un día para otro, las entrevistas pertienentes ocurrieron en los dìas subsecuentes y como si hubiera sido cuestión de un parpadeo, me encontré  levantando notas de 4 a 8 de la noche, de lunes a viernes desde las lomas de Chapultepec.

Las primeras semanas, llegaba temprano,  antes de la hora, con mi traje y la camisa planchada. Anticipación era mi primer nombre.  Nervioso como la chingada. No me atrevía a mirar a las chicas de la oficina. Ahora tampoco, pero ya me aviento una que otra mirada indiscreta cuando estoy seguro que nadie me ve. Llego tarde, pero siempre es accidental. Lo juro. Procuro participar de vez en cuando y la voz se me corta entre la sumisión y la pena.

Aprendes más cuando escuchas y finges que haces algo: te enteras de cuántos millones manejan los de administrativo, si ya les pagaron la publicidad del mes pasado. Que 50 mil pesos no les sirven para nada. Los cuadros bien chingones que adornarán próximamente las paredes blancas. Las que se quieren casar. La lista de la despensa  de la secretaria de administrativo. Si su hijo pasará por ella.

 Con los que más me identifico son con los mensajeros, porque cuando entran a la oficina y descubren ese pequeño cúmulo de perfumes y piernas torneadas, blondos cabellos, y se dirigen a ellas con un respeto que ya quisieran ver sus madres y novias,  me veo a mí mismo el primer día. Tienen esa mirada del barrio que yo perfectamente conozco. Se llenan impresiones que jamás podrán compartir con aquellas personas. Y abandonan la redacción, pensando: pinches huevones.

La era digital apertura nuevas posiciones en el campo de trabajo. Uno de aquellos nuevos puestos es nada más y nada menos que la labor de community manager. La vacante tiene entre sus funciones la ardua y engorrosa tarea de manejar las cuentas de la empresa en las redes sociales.  Además de sorprenderme por su breve  y ridículo ascenso en el organigrama corporativo,  es curioso que el puesto en mi lugr de trabajo sea ocupado por un egresado de mi facultad. Apenas me enteré y  me pregunto cómo fue que llegó ahí, si disfruta su trabajo y por qué si tanto le interesa el rock  y la literatura, después de varios años en el rubro empresarial, continua  haciendo algo que, si bien no le irrita hasta la gastritis, tampoco es su sueño profesional.








El resto de las compañeras en la oficina, son amables, escandalosas como un perico  sin alimentar, y la mayor parte del tiempo ni siquieran se molestan en darme las buenas tardes. Me conformo con las faldas que usan, la gama de colores que emplean para cubrir sus torneados cuerpos. Las conversaciones que sostienen durante las horas de comida,  no se las deseo ni al peor de mis enemigos. Ni siquiera a la futura -¿actual?- pareja de de mi ex novia. Dios me libre de vivir mucho tiempo bajo su yugo.

- ¿Conoces a los Molina?
- Claro, Pepe es mi mejor amigo.
-  Son como cien primos. Puro guapo.
- Güey, fracaste en la vida si chicharito no tiene tu número.
-  Pobrecito, siempre le piden dinero para negocios y nunca ve un peso.
- Creo que tuvo leucemia de niño y por eso su cabeza no se desarrolló bien. Su mamá tiene una fundación.
- Es súper perro.
- Siempre lo veo con un buen de niñas que lo quieren nada más por su dinero.
- A mí me dijo una vez que quería que fuera su esposa.
-  Sí, con todas se quiere casar, pero nadie le hace caso.
- Oye, el fin de semana tengo una fiesta cool. Si quieres, puedo tomar fotos y así. 

Tras un breve periodo de exposición, comprendí que cool significa lo que hasta hace unos años se conocía como "gente bien" y que a su vez se refiere a gente no nada más adinerada, sino de alcurnia generacional, familias que no son ricas de la noche a la mañana y que el estilo les brota por los poros. Tengo la impresión de que cualquiera de aquellas hermosas y fastidiosas mujeres aceptaría la pobreza de buena gana  si en su descenso social incluyeran a todos sus amigos, conocidos y familiares.

Temas de oficina



 La lucha interna persiste, no estoy diciendo que ya me adapté, tampoco soy el orgullo de Darwin. No voy a negar que he aprendido diversos sustantivos especializados, sinónimos técnicos para referirme al dinero, muy útiles al momento de elaborar un sumario, pensar títulos cada vez se vuelve menos complicado aunque a veces mi jefa siempre me da mis cápsulas de periodismo actual.  Cada semana aprendo pequeñas mañas que pulen mi redacción casi siempre económica. Entiendo conceptos y si no puedo, por lo menos los investigo, pero sobre todas estas ventajas que he mencionado, la mejor de todas, sin duda alguna, es que puedo revisar abiertamente las redes sociales en cualquier momento,  es parte de mis funciones.

A veces, así me siento en el periodismo de negocios



Pese a mis lamentos silenciosos, mis padres son los más contentos:  posiblemente piensan que esta vez sí se librarán de mí, que sus finanzas prosperarán  mientras extiendo mis alas y ejecuto las piruetas laborales que  consolidarán mi confianza en el mercado laboral. Dejaré mis cándidas diatribas para otro momento, con la convicción de que no porque me guste lo que hago, sino que  ¡no tengo tiempo para escribirlas!


La buena noticia es que todavía sigo sin saber qué voy a hacer con mi vida.



Sabias palabras